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viernes, junio 07, 2013

Wadada Leo Smith - CC. 'El Matadero', Huesca 5/06/2013


Wadada Leo Smith durante la prueba de sonido en Huesca
©  Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)

Cuenta Wadada Leo Smith que una de las prácticas habituales en la AACM (Asociación para el Avance de la Música Creativa) es dejar al músico solo en el escenario y no regresar hasta que éste no logre decir algo propio con su instrumento. A él se lo hicieron (“les escuchaba hablar mientras tocaba”) y, aparte del lógico mal trago, le pareció una buena experiencia. Empezó a tocar su solo, el resto de músicos abandonó poco a poco el escenario y, cuando le dieron el beneplácito, regresaron. Todo músico, con independencia de que toque o no un instrumento armónico, debería tocar en solitario: “es una manera de descubrir quién eres”.

¿Tiene lógica un concierto de trompeta sola? Parecería una pregunta absurda si el instrumento fuera un piano, un órgano o cualquier instrumento armónico, pero la duda acecha cuando hablamos de una trompeta, una flauta, un trombón o un saxo (entre otros muchos instrumentos monódicos). La costumbre nos ha hecho asumir que la música es una asociación de diferentes sonidos y la forma en que éstos se relacionan entre sí la que le otorga sentido a nuestros oídos. Probablemente debamos combatir la costumbre, tan acomodaticia ella, para abrirnos a otras muchas lógicas posibles. Si lo que llamamos un canto a capela (una nana cantada al bebé para que duerma) nos parece de una lógica incontestable, ¿no debería ser igualmente lógico el canto individual de los instrumentos?


Wadada Leo Smith durante el concierto
© Jesús Moreno

Al igual que la AACM testaba la voz propia del músico dejándolo a solas sobre el escenario, sería un ejercicio verdaderamente interesante que el espectador quedara a solas frente al músico en un concierto como el de Wadada Leo Smith en Huesca. Lamentablemente (¡qué alegría!) eran tantas las personas en la sala que el ejercicio hubiera resultado eterno. ¿Cuál hubiera sido la vivencia de la música cara a cara con el músico? La socialización de la duda y del desconcierto genera una tensión ambiental que, sin dejar de tener valor sociológico, puede llegar a dificultar la necesaria concentración del oyente (descubrir la inquietud del vecino nos anima a colectivizar la duda). Desconozco las razones que llevaron a 130 personas a pagar 10 euros por una entrada para ver a un trompetista en solitario (los misterios del boca a boca son inescrutables) pero resulta evidente que una parte importante de espectadores no tenía la menor idea de qué iba a escuchar. ¡Bien por ellos! La curiosidad es el motor de la propia evolución y en Huesca tienen un técnico de cultura, Luis Lles, que la instiga permanentemente. Sólo tres espectadores abandonaron antes de tiempo la sala y del resto se desprende (con las lógicas diferencias de opinión) la satisfacción por vivir lo insólito a pesar de la cruda austeridad de la propuesta. La prolongación del solo con varios bises muestra que, al menos, no había prisa por marchar.


¿Una más? Wadada Leo Smith en Huesca
© Jesús Moreno

En comparación con Peter Evans -cuyo solo en el Festival de Jazz de San Sebastián del año pasado fue una abrumadora demostración de técnica e hiperactividad del joven trompetista-, la expresión de Wadada Leo Smith resulta más bruta, infinitamente menos técnica y, quizá por ello, más humana. Su toque viola la precisión de conservatorio y, por ello, escucharle resulta una experiencia interesante. Su sonido tiene una pegada que noquea, estremecedora, y a sus 71 años sigue manejando de forma meritoria las diferentes tesituras del instrumento. Todo ello testado en escena sin ningún aditivo (tan sólo el uso de una sordina). Un único micrófono con una inapreciable reverberación (no siempre su trompeta apuntaba hacia él por lo que escuchamos la trompeta sin intermediación) y una sala de acústica severa (de esas de las que algunos músicos bromean con pasar después la escoba para recoger las notas caídas sobre el tablado). No hubo aditivo a pesar de que en determinados momentos proyectara sobre una pantalla imágenes espectrales que procedían de los proyectos con su grupo Organic. ¿Por qué las imágenes? En ningún momento parecía que tuvieran una relación directa con lo que Wadada tocaba. Podría pensarse que proyectaba para relajar la experiencia de cara al público, aunque él me explicó, en una entrevista previa al concierto, que las proyectaba para generar una especie de conflicto en el espectador, para que tuviera que elegir entre una cosa o la otra. Me inclino por pensar que relajaron la experiencia, si bien no dejaban de resultar un extraño elemento decorativo.

Wadada Leo Smith fue intercalando en escena creaciones en el momento con algunas referencias a motivos melódicos (es una forma de decirlo) de composiciones para otros proyectos como su descomunal Ten Freedom Summers, por el que llegó a Huesca en calidad de finalista del último Premio Pulitzer de música. De él hizo referencia a su Rosa Parks and the Montgomery Bus Boycott y a las partes 1 y 2 de America (que anteriormente formó parte de un disco a dúo con Jack DeJohnette), así como a otras grabaciones con referencias a Miles Star (de sus colaboraciones con Henry Kaiser en Yo Miles!) y a Song of Humanity (del disco homónimo de 1976 con su grupo New Dalta Ahkri). Tan sólo interrumpió su discurso con el instrumento para ofrecer un breve interludio electrónico jugando con su iPad, como si se tratara de un punto de fuga a la tensión inherente al discurso (necesariamente) fragmentario de su trompeta. Un vuelo cósmico antes de volver a tierra firme.


Wadada Leo Smith en Huesca © Jesús Moreno

El silencio fue la respuesta a cada una de sus “interpretaciones”. Cuando se pierden las referencias tradicionales cuesta delimitar dónde empieza y termina algo. Pero el silencio también juega en el discurso musical y adquiere más importancia si cabe en este formato en solitario. En él, el espectador tiene tiempo para mascar una frase mientras se gesta la siguiente. También puede devanarse los sesos preguntándose qué sentido tiene lo que está escuchando si nada rellena los sonidos que emite el trompetista (claro que puede imaginarlos él mismo y, por lo tanto, alcanzar la tan ansiada interacción con el artista). Sobre el silencio fue dibujando su discurso Leo Smith, con virulentos brochazos y con delicadas caricias de escobilla. Suspendidos en el espacio (es un decir, la acústica de ‘El Matadero’ no suspende, es puro peso de la fuerza de gravedad) quedaron sencillos motivos melódicos y saltos imposibles; largas emisiones en expansión junto a otras cortantes como puñetazos; tímbricas impolutas frente a sonoridades en continua mutación. Y la sensación de haber sido testigos de una sesión de música casi primitiva en tiempos de una modernidad sobreexcitada que altera la naturaleza de lo que somos. Aquella a la que Wadada Leo Smith invocó con su soplo desgarrado.

© Carlos Pérez Cruz
 
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

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