Busca en "Carlos Crece"

lunes, noviembre 26, 2012

Compromiso

Vivimos tiempos de un individualismo atroz en los que prevalece el oportunismo y el pragmatismo más insolidario. Que nuestras decisiones puedan ir en perjuicio de los demás es insignificante si se intuye el beneficio particular. Frente a la posibilidad de un nosotros fuerte e influyente se impone la división del todo en partes minúsculas, carentes de fuerza. El compromiso languidece. 

 La semana pasada reflexionaba aquí Leo Sánchez sobre la huelga (como concepto). La anterior, Enrique Turpin ilustraba las bondades de la unidad de acción con los ejemplares mirlos, que “han entendido que en su alianza está la clave para desenmascarar a quienes prolongan el sufrimiento ajeno en busca de provecho propio”. Lástima que precisamente la última Huelga General convocada en España haya retratado que nuestro vuelo social es bajo e individual (quizá por temor a los radares represivos). “Todavía no han entendido que si pierden el miedo y giran en bandada hacia el agresor, no hay gavilán que se resista”, asegura Turpin… sobre los mirlos, claro. 

Prohibido apoyar a los palestinos

Más de 150 muertos (la mayoría civiles, incluidos niños) y casi 1000 heridos en apenas ocho días de agresión militar israelí a la población palestina de la Franja de Gaza, no son "objetivamente" causas "urgentes y extraordinarias" para convocar una concentración de protesta ciudadana. Así lo asegura, con su firma en tinta azul sobre el papel de la prohibición, la delegada del Gobierno en Navarra, Carmen Alba. El pasado viernes 23 impidió que pudiéramos concentrarnos frente a su Delegación para mostrar nuestro apoyo al pueblo palestino y condenar a Israel y a los gobiernos europeos (incluido el que Alba representa) por su complicidad en esta matanza sistemática de palestinos, agudizada de forma brutal en la última operación militar del gobierno sionista.

Según la delegada, la convocatoria no atendía a "circunstancias objetivamente extraordinarias y graves". En efecto. La muerte de palestinos por operaciones militares de Israel no es nada extraordinario. Tampoco la construcción de asentamientos ilegales, las detenciones administrativas y arbitrarias (con frecuencia, menores de edad), la construcción de un vergonzante muro de separación, y anexión, ilegal de terrenos y apropiación de recursos, la humillación permanente en los atemorizantes checkpoints (doy fe, he pasado por ellos), etc. Lo que sí resulta objetivamente extraordinario y grave es que la señora Alba no considere de extraordinaria urgencia y gravedad la muerte de decenas de civiles y niños o el bombardeo a una población civil rodeada y sin salida por el muro medieval construido por su agresor. Máxime cuando, el mismo día de la concentración, Israel demostró una vez más que un campesino bien vale otra muerte y la violación de su arbitrario alto el fuego. Con su denegación del permiso de concentración, la delegada Alba interpuso entre gobierno y ciudadanos un muro de complicidad con el terrorismo de Estado israelí.

Carlos Pérez Cruz
 
Publicada en la sección de Cartas al director del Diario de Noticias de Navarra, lunes 26 de noviembre de 2012:



miércoles, noviembre 21, 2012

Palabras en conflicto

Entre mis vicios diarios está la revisión de las portadas de los diferentes periódicos. La página de Kiosko es, al respecto, una herramienta útil. ¡Atención! Es un ejercicio de riesgo, a la par que divertido. Unos esnifan pegamento, otros miran Intereconomía, otros echamos un vistazo a las portadas de prensa. De ellas, 'La Razón' es siempre una fuente inagotable de humor... hasta que cruzan la línea del chiste casposo y cavernario y hieren no sólo la inteligencia - como de habitual - sino la sensibilidad y la ética.

Detalle de la portada de hoy de 'La Razón'

Hoy 'La Razón', en su tradicional búsqueda del golpe de efecto, titula: "Así es la paz palestina". Esa es su interpretación de una terrible fotografía tomada en Gaza en la que se ve un cuerpo semidesnudo atado a una moto que lo arrastra. Es el cadáver de un supuesto colaboracionista de Israel ejecutado, teóricamente, por milicianos de Hamas. La foto habla por sí misma. Es el horror, la deshumanización, el salvajismo... Pero, ¿así es la paz palestina?

Esta mañana se presentaba en Iruñea - Pamplona un ciclo de películas sobre la tragedia palestina y diversas movilizaciones en apoyo del pueblo palestino con motivo del asedio israelí de Gaza. Xabi Aguirregabiria, delegado de la ONG Sodepaz, ha utilizado la siguiente expresión: "Asedio medieval". Reflexionemos. Encerrar a más de un millón de personas en una estrecha franja de tierra, destruir sus infraestructuras básicas e impedir cualquier tipo de desarrollo (recuerdo que un informe de la ONU alerta de que en 2020 la vida allí será imposible) es, en efecto, un "asedio medieval". O dicho de otra manera: Israel crea condiciones de vida medieval en pleno siglo XXI. La fotografía de portada de 'La Razón' (y de otros medios en el día de hoy) es la certificación de una violencia medieval.

Peligroso juego el que practica 'La Razón' (aunque es obvio disfrutan con él; es marca de la casa). ¿Cuántas imágenes cabría contraponer a la bárbara imagen del ajusticiamiento entre palestinos? Las hay terribles de las consecuencias de los bombardeos y asedio de la Franja de Gaza y podríamos titular sin rubor: "Así es la paz israelí". Se me ocurren más: "Israel mata niños para prevenir su futura actividad terrorista"; "Israel bombardea la sede de las televisiones en defensa de la verdad", "Israel crea un solar para extender su legítimo Estado", etcétera.

Niño herido en Gaza (Fotografía: Gigi Ibrahim)

Esta mañana se ha producido una explosión en Tel Aviv. Un autobús. En el momento en que escribo estas líneas, apenas minutos después de producirse el estallido, se habla de decenas de heridos y el gobierno de Israel lo califica de "atentado". Es probable que lo sea, aunque la prudencia hace conveniente la paciencia y la cuidada elección de los términos. El inconsciente traiciona: "Al menos diez heridos en un atentado suicida contra un autobús en Tel Aviv", leo en la edición digital de 'La Vanguardia'. Recuerda a los suicidas fantasmas del 11-M madrileño. Es lo que tiene esta vida a ritmo de tweet que nos hemos dado últimamente.

Detalle de la web de 'La Vanguardia' durante la mañana de hoy

Tanto el salvaje ajusticiamiento en Gaza, cuya fotografía ilustra hoy la portada de 'La Razón', como la posibilidad de que palestinos o afines a los palestinos hubieran colocado un artefacto en un autobús de Tel Aviv son hechos repudiables, violencia condenable. Pero, ¡cuidado con las palabras! ¿Qué diferencia las acciones militares israelíes de las respuestas violentas palestina? ¿Qué las convierte en unos casos en "legítima defensa" y en otros en "acciones terroristas"?

© Carlos Pérez Cruz

martes, noviembre 20, 2012

Una imagen...

Banco de España al vacío. La grúa que acecha... Escenografía de la crisis. Cartón piedra.

lunes, noviembre 19, 2012

Sin interrogantes: misión divina

Me preguntaba yo en una entrada anterior si este nuevo genocidio israelí en Gaza se lo tomaba Israel como una misión divina. Una primera respuesta la tenemos en el nombre con el que Israel bautiza su operación militar: Amud anan en hebreo; Pilar defensivo o Columna de nube, en castellano. El nombre está tomado de la propia Torah, el texto sagrado por excelencia para los judíos, su luz y guía.
"Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros" (Éxodo 14:19-20).

Por si alguna duda nos quedaba, la agencia de prensa AP distribuye hoy esta foto aclaratoria de un soldado israelí desplegando la torah.

viernes, noviembre 16, 2012

Genocidio en Gaza, ¿misión divina?

Dice el veterano corresponsal en Beirut del diario 'La Vanguardia', Tomás Alcoverro, que "ahora con el nuevo choque entre Israel y Gaza, se vuelve al profundo origen inicial del conflicto de Oriente Medio. (...) Es un nuevo despertar ante la insoportable realidad de la ocupación israelí" (página 4 de la edición de hoy).

Estas palabras de Alcoverro son una verdadera anomalía en la prensa, mucho más preocupada porque "Los misiles llegan a Tel Aviv" (titular en portada del mismo medio - en el que, por cierto, escribe a diario Pilar Rahola), que por las consecuencias devastadoras del abrumador poder destructor de uno de los ejércitos más poderosos del mundo: Israel.

Detalle de la portada del diario 'La Vanguardia' (16/11/2012)

Esta pasada noche, la periodista Àngels Barceló entrevistaba en 'Hora 25' de la Cadena SER a un portavoz del ejército de Israel (de habla hispana; argentino para más señas) y como versión de la otra parte a una activista italiana en Gaza. ¡Vaya! Resulta que el todopoderoso ejército sionista se enfrenta a... ¿activistas? Si esto fuera una guerra, a las declaraciones de un portavoz militar israelí les correspondería en réplica las de uno del ejército palestino. Pero no existe tal ejército, claro. La asimetría es evidente. Si se trata de combatir terrorismo (etiqueta que marca a colectivos por conveniencia), está claro que los medios son terriblemente desproporcionados y que estamos matando una mosca a cañonazos. (¿Cuantos españoles saliva(ba)n con algo así para Euskadi?).

El portavoz del ejército israelí mantenía un discurso de manual, citando los (supuestos) textos del líder de Hamas asesinado esta semana en los que hablaba de la destrucción de Israel. Todos sabemos que las palabras pueden ser un peligro pero a nadie se debe matar por bocazas. Si por palabras se matara (se mata, de hecho), quizá ya no hubiera supervivientes en la faz de la tierra. Aunque Barceló le ponía sobre la mesa los muertos civiles de sus operaciones (incluidos adolescentes), el portavoz no se daba por enterado. No tenía confirmación de eso, claro. Y además su ejército es caritativo, dado que lanza panfletos indicando a la población que se aleje de los locales de Hamas, aunque "estos objetivos están junto a viviendas, escuelas y mezquitas" (Henrique Cymerman, en 'La Vanguardia').

Entre los muertos, un bebé de once meses hijo de un periodista de la BBC británica. ¿Por qué se habla tan poco de esa muerte? Más allá de las redes sociales, los medios convencionales apenas han tratado el tema. ¿Será la razón que su nombre sea Jihad Misharawi? Hubiera dolido más si se llamara, yo qué sé, David Cameron o Tony Blair, nombres que al pronunciarse suenan mucho más a alguien de los nuestros.

El periodista Jihad Misharawi con el cadáver de su bebé en brazos (Foto: AP)

Se aproximan las elecciones en Israel y acaban de celebrarse las de Estados Unidos (qué amable el señor Netanyahu, que ha esperado a ver reelegido a su "amigo" - ¿quito comillas? - Obama). Proximidad de elecciones, guerra segura. Lo explica perfectamente el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte en su blog:
Si se acerca la fecha de elecciones, los militares tienen trabajo extra. 1955, 1961, 1981, 1996, 2009. No siempre garantiza la victoria en las urnas, pero es un remedio muy útil. Los partidos de la oposición muestran su apoyo al Gobierno. El primer ministro y el ministro de Defensa acaparan la atención de los medios. La nación vuelve a estar en peligro. Sólo el Gobierno salvará al país de la amenaza terrorista.
Esta claro: no por repetida la táctica, se descubre el señuelo. País acojonado: "sonaron las sirenas antiarérea por primera vez en 20 años" (de nuevo Cymerman). Sonaron en Tel Aviv, donde Unicaja de Málaga jugaba partido de Euroliga de baloncesto contra el Maccabi. ¿Cuántos partidos pueden jugarse en la Franja de Gaza durante una operación militar israelí? Vaya, tan grave es la cosa y no evacuaron a los malagueños.

Según un informe de la ONU publicado este pasado verano, Gaza será inhabitable de aquí a ocho años. ¿Es culpable Hamas de ello? Las consecuencias del bloqueo son devastadoras. La ridícula extensión de tierra - una cárcel al aire libre con una de las mayores densidades de población del mundo - hacen la vida en Gaza inimaginable. ¿Qué pretende Israel con este nuevo ataque a la Franja? ¿Anticipar el exterminio? ¿Qué legislación internacional ampara la muerte por inanición? Si quieren acabar con el hambre en el mundo, aplíquese la táctica sionista.

Y así las cosas, el Ministerio de Exteriores de España emite una nota:
España expresa su máxima preocupación por la escalada de violencia entre israelíes y palestinos en Gaza y en el sur de Israel y condena los lanzamientos indiscriminados de cohetes contra las ciudades del sur de Israel y muy en particular las muertes de civiles.
Puro cinismo. Condena de los cohetes (¿no habíamos quedado que eran misiles?) y silencio ante el arsenal militar. Al fin y al cabo en eso radica la democracia, ¿no? En la legitimidad del uso de la violencia. Como Palestina no existe, cualquier recurso a la acción violenta es ilegal. Israel puede hacerlo, al fin y al cabo aparece en 'Google Maps' (prueben a buscar "Palestina" o "Cisjordania"). Lo que no existe, no tiene derechos (y si se buscan...: "Israel amenaza con derrocar a Abbas si los palestinos van a la ONU", titulaba 'El País'). Israel, como todo el mundo sabe, es la tierra prometida de los judíos y a ella tienen birthright (como leí con asombro en el anuncio del Ministerio de Absorción e Inmigración de Israel).

Anuncio del Ministerio de Absorción e Inmigracion de Israel

Y así las cosas, la vida sigue igual: la población palestina una vez más sometida por la acción genocida del gobierno sionista de turno ante unas elecciones y los gobiernos occidentales emitiendo notas cínicas para ganarse el cariño del mundo árabe y sustentar a la que proclaman como única democracia de Oriente Medio. Todo sea por adelantar la llegada del Mesías.

© Carlos Pérez Cruz

miércoles, noviembre 14, 2012

Paseante en huelga

Por lo visto estaba molesta por alguna visita no prevista a su casa: “Yo no tengo la casa para andar enseñándosela a nadie”. Una lástima, no sabe que hay programas de televisión y revistas con las que quizá podría hacer negocio a ese respecto. Puede que su hijo haya aparecido con un amigo sin avisar o con la suegra… vaya usted a saber (queda a la imaginación del lector).

Es lo último que escuchado antes de recluirme en casa. No, en Vitoria – Gasteiz no hay Huelga General. Si acaso, más suciedad que otros días por los papeles propagandísticos de los diferentes sindicatos arrojados a su paso. Algún corte de tráfico, más presencia policial… pero poco más.

Pocos, muy pocos manifestantes (apenas ciento cincuenta, siendo generoso) a veinte minutos de la hora de convocatoria de manifestación en el Palacio Europa por parte de los sindicatos UGT y CC.OO. Desde que inicio mi camino hasta allí, todos los comercios abiertos. Sólo un supermercado con las persianas bajadas momentáneamente (se adivina el paso reciente de los piquetes). Un hombre, con la mirada dirigida hacia el lugar de la convocatoria, sentencia: “Esos cabrones se van luego a comer todos al bar”. Un grupo de jóvenes aprovecha el corte de la calzada para sentarse en ella. Junto a un puesto de venta de cupones de la ONCE, se bebe alguna lata de cerveza.

Continúo, ahora hacia el centro de la ciudad. Todo abierto, incluso el puesto de loterías (buen día para tentar a la suerte), y lo que cierra tengo dudas de que no lo estuviera ya hace mucho tiempo (los carteles de “En Venta” y “Alquiler” son parte del paisaje cotidiano). Del interior de una franquicia de ropa made in China (que no un chino, que esos siempre abren) regurgita hacia la calle la música (¿?) con la que pastorean a sus clientes (que no hay).

Con la generosidad de decibelios habitual de quienes hablan por teléfono por la calle, me sorprende que una mujer sugiera a su interlocutor que especifique que “acepta cualquier tipo de trabajo”. ¿Será de la patronal?

En la calle Dato, las tiendas abren aunque algunos escaparates luzcan pegatinas en las que se puede leer “Cerrado por Huelga General” (un farmacéutico se empeña en arrancarla del cristal). A mitad de la calle se adivinan las luces urgentes de las furgonas policiales. Me acerco. Los comercios más próximos cierran. Motivo: el paso de una manifestación con banderas de CGT, CNT, etc. Me sumo a ella durante unos minutos y después regreso sobre mis pasos. Las persianas se han vuelto a alzar. He dejado atrás apenas a unos doscientos manifestantes.

Regreso a casa. Ni cierran las tiendas ni hay aparente huelga de consumo. Un matrimonio ya veterano camina con las bolsas de la compra repletas, de ellas sobresalen sendas barras de pan. ¿Será miedo lo que sienten para no secundar la huelga? (es una teoría que se ha manejado con frecuencia estos días). En Euskadi y Navarra la división sindical (los sindicatos “nacionalistas” mayoritarios no la secundan) es una razón de peso. Le preguntaría qué piensa a ese hombre recio y en chándal que sale del bar con una botella de cerveza en la mano y que apoya ahora su codo en una mesa para fumadores. Podría entablar conversación con él pero temo enredarme y acabar alcoholizado (motivos…). O lo que es peor, temo acabar formando parte de una estampa más propia de Los lunes al sol que de Los miércoles de huelga general (también con y - en su caso - al sol).

© Carlos Pérez Cruz

martes, noviembre 13, 2012

El vecino del sur

“Yo soy español, español, español…”. Quédense con la copla porque no acostumbro a tararearla. No soy amigo de marcar paquete ni de definirme por exclusión pero, por esta vez, permítanme cantarla como metáfora. Soy español, en efecto, pero no porque lo diga mi DNI (que no sólo miente en eso…), sino porque soy el pobre vecino del sur, el deudor, el improductivo. No echo siesta – al menos de manera habitual –, pero económicamente me he convertido en el prototipo de español al uso, acuciado por las deudas y ahogado por unas cuentas que no cuadran y que me llevan a pronunciar con conocimiento de causa eso de “no llego a final de mes”.

“Yo soy español, español, español…”, el español de mi comunidad de vecinos. Soy su vecino del sur, el que casi nada tiene pero al que TODO se le exige. Mis vecinos son alemanes, aunque sospecho que son más españoles que yo (al menos por orgullo de exclusión). Son gentes con la vida económica resuelta y muy solvente. Jubilados de largo recorrido, recién llegados a la jubilación o profesionales bien situados que han replicado en algunos casos el modelo tradicional de familia con hijos (y asistenta doméstica). Entre ellos, un trabajador de la banca (o caja, ¿no es lo mismo?) y una arquitecta (¡qué dos sectores juntos!). Yo, su vecino del sur, me dedico a la música y su difusión. Toco la trompeta, hago programas radiofónicos de jazz y escribo textos en revistas de jazz. Todo muy lucrativo.

Acudamos a lo local para entender lo global. Durante aproximadamente tres años, mi comunidad de vecinos ha sido la metáfora en pequeñito de la gran ESTAFA que han dado en llamar CRISIS. Tengo para mí que después de arruinar el paisaje, las constructoras están haciendo negocio con la rehabilitación de viviendas. Sólo así se puede entender la fiebre de andamios que oculta tantas y tantas fachadas de mi ciudad (ya sólo en la manzana en la que habito, hasta tres portales). La mía luce ahora un espantoso blanco pastel (o algo parecido) después de un proceso de reformas dirigido por mi vecina, la arquitecta y canciller (o presidenta de la comunidad de vecinos) Merkel, jaleada para sus fines, entre otros, por mi vecino, trabajador de banca jubilado, nuestro particular Jeins Weidmann.

Nuestros Merkel y Weidmann son sólo los puntales de una comunidad de vecinos que decidió invertir sus gananciales en una reforma integral del edificio (Europa, claro). Como toda comunidad (de vecinos o Europa, claro) el asunto se llevó a debate. Pero Europa (perdón, mi comunidad de vecinos) no es un proyecto común, es una comunidad de intereses particulares que mancomuna decisiones para el beneficio privado. Y hete aquí que el vecino del sur se ve acosado y empujado a una reforma integral forzosa cuando, para poder sobrevivir con cierta dignidad, tan sólo puede permitirse acometerla por prioridades y a plazos, dentro de una lógica de urgencias. La inflexible Merkel, con el apoyo incondicional de Weidmann y otros inversores, deciden imponer su reforma integral sin atender a la paupérrima situación económica de su vecino español. No hay piedad con el sur, con el más débil, y se decide acometer la reforma y amenazarlo con acciones legales si éste no atiende al pago de las acciones reformadoras decididas, aunque muchas de ellas – tal y como se reconoce durante el proceso de “negociaciones” - no son ni urgentes ni estrictamente necesarias y puedan dejar al vecino del sur al borde de la quiebra.

“Que tú no puedas pagar, no va a impedir que yo haga la obra”, me espetó Weidmann. “A todos nos afecta la crisis”, me aseguró una dirigente del nuevo Estado miembro de mi comunidad de vecinos antes de acometer la reforma de la recién adquirida república de su casa. Y así el vecino del sur se ve obligado a solicitar un préstamo al sector financiero (banco o caja, lo mismo da) que lo ata a una entidad por años. Eso, junto a los recortes económicos decididos por la otra Merkel y el otro Weidmann (entre otros alegres inversores de este casino llamado Europa), da como resultado un español acongojado al mirar los números de su cuenta que, por segundo mes consecutivo, se teñirán de rojo sin vislumbrar la proximidad del final de mes.

Por eso, el miércoles 14 de noviembre este vecino del sur saldrá a la calle para manifestarse contra quienes juegan con nuestras vidas; contra los Merkel y Weidmann que se lucran a nuestra costa; contra los que han convertido a Europa en un casino al que sólo podemos acceder por la puerta de servicio; contra quienes salivan imaginando una masa enfervorecida que grite “yo soy español, español, español…” mientras sus ojos se van achinando por momentos.

© Carlos Pérez Cruz

viernes, noviembre 09, 2012

Muro de horror


El muro, en los alrededores de Belén (Fotografía: Bárbara Gras)

El ser humano tiene la virtud de hacer cosas maravillosas que enamoran a nuestros sentidos. Pero la bondad, lamentablemente, brilla por contraste. El ser humano tiene la capacidad – más que documentada y demostrada – de anular los sentidos, de perderlos, de cegarlos. Hay en tierras palestinas un ejemplo devastador de lo peor del ser humano: un muro que ciega, que anula, que se pierde en la inmensidad del paisaje quebrándolo, dividiéndolo e hiriéndolo de forma casi irreversible. Lo peor de ese muro no es que sea ilegal, es que exista.
Nos perdemos muchas veces en el debate lingüístico de las leyes, en la letra pequeña de los artículos que buscan encaje en un orden legislativo y nos olvidamos de que las leyes no brotan de un orden natural, de una justicia moral inequívoca. Nos olvidamos de que toda frontera, toda valla, muro, murete o barrera articulada contraviene la lógica del espacio físico, pone trabas artificiosas a un paisaje que de por sí reta nuestra capacidad de movilidad. Por eso duele ver cómo el ser humano se ha especializado en hacer nuestra vida en este mundo más dificultosa, hasta el punto de, incluso, hacerla imposible e insoportable.

El muro, a las puertas de casa (Fotografía: Kristina Palacios)

Resulta insoportable imaginar que para cruzar a la acera de enfrente tuviéramos que conducir más de un centenar de kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, cuando nuestro objetivo está a apenas unos pasos. Pero más insoportable que imaginarlo es vivirlo, y eso sucede y es cotidiano para muchos palestinos que han visto cómo sus relaciones sociales y familiares o su trabajo son segados por la afilada cuchilla de un bloque de cemento fatal que el gobierno ocupante de Israel lleva trazando desde 2002.

El primer impacto del muro lo recibí en la ciudad de Belén. Todavía recuerdo la sensación de atrezo carcelario al toparnos con él en nuestro primer día en Palestina. Pero más allá de su estética carcelaria – evidente a todas luces –, los sentidos se sobresaltaron ante la negación de un horizonte. El espacio desaparece de pronto y es como si el aire faltara y la vida decidiera negarse a brotar. Hay vida porque sobre el muro lucen mensajes de optimismo y lucha, bellos murales que, en realidad, nunca debieron existir. Pero existen, como existió el Muro de Berlín y cayó y como caerá éste, aunque hoy siga su avance cancerígeno.

El primer impacto del muro, en la ciudad de Belén (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)

El aberrante muro israelí es una camisa de fuerza que aprieta con agresiva (y teórica pasividad) el malherido cuerpo palestino, socavado en cada uno de sus rincones por una suerte de cáncer que se agrava conforme avanza la ocupación y crecen las colonias (esas células enfermas que van tomando contacto unas con otras para tratar de ocupar todo el espacio). Los motivos de seguridad que esgrime Israel son una excusa tan peligrosa como la utilizada por el nazismo para encarcelar a judíos (y otros “enemigos”) hasta su exterminio. No hay demagogia en estas palabras, no para quienes hemos tenido la “suerte” de viajar a Palestina y verlo con nuestros propios ojos. El muro está ahogando a todo un pueblo, suspira a su necrosis, a su disecación. Se eleva y ensombrece, deja sin luz la vida de miles y miles de personas.

El muro es la parte visible de un entramado carcelario que juzga culpable a toda una población. Castiga de antemano los crímenes no cometidos, como un canon preventivo de delincuencia. El muro se franquea sólo por unos puntos muy concretos – algunos, lo dicho, obligan a desplazamientos de cientos de kilómetros para trayectos de apenas unos pocos metros – y para cruzarlo es obligado sufrir un proceso de humillación irritante en el que el carcelero utiliza tácticas que lo deshumanizan y que desmoralizan a quien las padece. Todo ello en escenarios aterradores: verdaderas terminales a cubierto cuyo camino de salida está trufado de puertas giratorias, escáneres y cuartos cerrados al antojo de las “autoridades” militares y de la seguridad privada (la gran beneficiaria de este negocio redondo que es el muro), armados ellos hasta los dientes. Un escenario de película de horror en el que voces metalizadas y saturadas, muchas veces ocultas tras un cristal tintado y blindado, inyectan por megafonía un odio que rebota y envuelve el llanto de aquel bebé (imposible borrarlo del recuerdo) hasta crear una abominable sinfonía de pavor.

Acceso al paso del muro entre Belén y Jerusalén (Fotografía: Bárbara Gras)

Por encima de cualquier consideración legal, el muro tiene el deber humano de ser derribado. Aunque sólo sea para que desaparezcan esos focos que apuntan a apenas un metro de distancia hacia la ventana del dormitorio de esa casa que sigue en pie (no todas han tenido esa suerte) y que contemplamos atónitos en un pequeño pueblo dividido en dos del norte de Cisjordania. 

Focos dirigidos al dormitorio (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)

No hay nada de inocente en ese martirio lumínico como tampoco lo hay en dejar llegar hasta el último de los varios controles a esa mujer que procuraba alcanzar el otro lado de la mano de sus tres hijos, y a la que se le denegó el paso de éstos después de superar un primer escáner corporal, esperar a que se abriera una puerta giratoria, pasar por otro escáner corporal para ella y sus pequeños, más otro para sus pertenencias, quedar encerrada en el espacio de apenas un par de metros cuadrados mientras revisan la documentación (con la cortina de la garita echada) y estar permanentemente vigilada por cámaras y mercenarios armados que caminan por las pasarelas superiores. Sus lágrimas de desconsuelo y humillación, mientras arrastraba la bicicleta de uno de sus hijos - obligados a volver sobre sus pasos -, permanecen en mi memoria como una instantánea imborrable que nos obliga a gritar contra Israel hasta que su muro, en vez de devolver el eco de nuestra furia, caiga por su propio peso: el de la mala conciencia y el horror.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en el blog de Todos los caminos están cerrados con motivo del Día Internacional contra el Muro del Apartheid.

miércoles, noviembre 07, 2012

Agustí Fernández & Ramón López - "Azul"


Cuando Agustí rompe el discurso melódico a mitad del inicial Ramón en París y entra en trance – insiste sobre un mismo acorde, parece emular el timbre de una campana –, Ramón activa el cepillado con sus escobillas y quien esto escribe recuerda por qué sigue amando la música. Porque sigue siendo el contrapeso de este mundo desequilibrado, la compensación al absurdo de la vida (Elina Duni, dixit). El pianista detiene el tiempo y embellece con esa fotografía el devenir plácido de sus arrebatos más preciosistas.

Leí a alguien decir que el minimalismo es vivir con lo básico. Como básico entiendo lo fundamental. Y hacia ese fundamento camina la música de Azul, hacia un desnudo casi integral en el que el sonido se desvanece y deja  dibujado en el aire un gran interrogante. Si los doce temas grabados conformaran una unidad, el final sería una cadencia suspendida que impide el acomodo del oyente. No hay conclusión o, al menos, el relato no se cierra. Y las mejores obras dejan siempre que el oyente (lector, espectador) siga interrogándose.

A Agustí Fernández se le tiene por un vanguardista, por un percusionista del piano con ecos ceciltaylorianos. Sin embargo su sentido de la melodía no tiene parangón. Posee la pócima para la congoja. Su melodía tiene ecos de la cadencia española que trabajara con tanto acierto en el increíble El laberint de la memòria (del que aquí recupera La processó, que Ramón lee con la fabulosa heterodoxia expresiva que lo caracteriza); ese punto de regionalismo que armoniza y flexibiliza en los tempos de modo que mantiene la esencia folclórica pero, a su vez, la hace universal y contemporánea. Para mí, Agustí es uno de los creadores más poéticos que existen, porque la poesía está en su capacidad de ser más melódico que los melódicos y a la vez en su habilidad para indagar en las regiones más oscuras del alma, que también habitan la caja de resonancia de un piano.

Ramón López, otro del club de los sospechosos habituales (habitado por los maravillosos locos de la música creativa, los más transgresores a fuerza de no vender su alma al diablo, lúdicos en la creación), rompe también prejuicios con la sutileza de ese tic nervioso que es su golpeo, reducido en muchos momentos a la mínima expresión del juego de escobillas. Lo suyo es como una corriente subterránea que discurre bajo el pulso que Agustí estira y encoge, y que se hace presente con una flexibilidad y una ligereza que pocos creerían probable. Es magistral la capacidad que ambos muestran de hacerse íntimos y, a la vez, activos, al igual que son geniales en la exploración de timbres y texturas en Carámbano  o Lucero del día (espectacular lluvia de meteoritos que estallan y saltan de las cuerdas de Agustí y parecen caer sobre los platos de Ramón).

En el lirismo del piano de Agustí no hay edulcoración. De su contacto con el teclado brota una belleza mayúscula no exenta de aspereza y rotundidad, de convicción y definición (escúchese al respecto su Polvo enamorado a solo). No hay ningún recurso gratuito, ninguna caída en la tentación del romanticismo de escaparate. La belleza más evidente tiene la misma entidad creativa de la menos evidente. La compensación y equilibrio de Azul no está en las concesiones, porque Agustí y Ramón son tan radicalmente libres en su expresión que no las hacen, simplemente se expresan como son, da igual el material: ya sea folclórico (Sa Ximbomba), ya sea Bill Evans (We will meet again). Acogen de tal manera el original de Evans que Agustí lo transmuta en mediterráneo mientras Ramón dibuja los ritmos subyacentes más inverosímiles con la maestría reservada a oídos tan privilegiados y poco comunes como los de un Paul Motian, capaces de hacer caminar la música por senderos sin trillar.

Como eco tras la promesa en título de Evans, Concilio de sueños y Una leve luz parecen el proceso de desmontaje de la arquitectura creada en los diez temas anteriores. Ese deshacer que en su retirada deja ecos de lo mejor que han dado y de lo que, sin duda, darán.

© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

Buzoneando la ruina


Recogido hoy en el buzón de casa. O de qué hablamos cuando hablamos de crisis...

lunes, noviembre 05, 2012

Josetxo Goia-Aribe & Arantxa Díez - "En Jota" (Teatro Gayarre, Iruñea - Pamplona 3/11/2012)

Hay quien vive encerrado en la cárcel de su localismo mental (¡No se entiende!, clamó al escuchar cómo el músico se expresaba en euskera) y hay quien hace de lo local un lenguaje universal. Por fortuna, el preso ocupaba lugar entre el público, no en el escenario. Sobre las tablas del Teatro Gayarre se hacía música hacia y para el mundo, no para reafirmar la genitalidad de nadie.

Josetxo Goia-Aribe es el punto diferencial de la música creativa hecha en Navarra. Si nos ceñimos al ámbito del jazz, es sin duda el más personal de todos, aquél de quien se podría decir que es marca registrada: no hay otro igual. La diferencia es, en sí misma, una de sus grandes virtudes, aunque ésta conlleva a su vez la penalidad de tener que estar explicándose permanentemente y el castigo de un recelo francamente inmerecido. Goia-Aribe no ha inventado la pólvora pero es único. Habita un universo estético que hila todos sus trabajos y, sin embargo, ninguno es igual al anterior. Sabe reinventarse y lo hace con plena conciencia de sus virtudes. Su punto fuerte está en la creación: en la composición y arreglos, en la conjunción y estética de su música. La improvisación, la disposición a abrirse a la locura y a las musas del escenario, es quizá su asignatura pendiente.

Como no es habitual que el Teatro Gayarre acoja propuestas que se salgan de la madre ortodoxia (en realidad, ninguno de los grandes escenarios pamploneses), la actuación del proyecto En Jota era un estimulante asterisco en la programación local. Un escenario perfecto para escuchar con silencio y concentración una música que lo requiere. Sobre todo porque el cuarteto ha logrado limar las aristas más punzantes de un género testicular en esencia como es la jota, cuyo potente vibrato (manos en jarra) deviene en muchas ocasiones en una inclemente lucha por hacerse oír. No es el caso aquí porque Josetxo Goia-Aribe las acaricia y las llega a convertir en jotas callandico, aquellas que se susurran y que Arantxa Díez interpretó sentada.

Bromeaba el saxofonista con el sempiterno debate de las etiquetas: demasiado folk para los jazzistas, demasiado jazz para los folclóricos. En realidad lo suyo es folk desde la perspectiva de la modernización y actualización de un género folclórico; y es jazz porque el espíritu que pone en marcha la “transgresión” hunde sus raíces en él, aunque en el caso de Josetxo o del contrabajista, Baldo Martínez, el jazz de su inspiración tenga más que ver con los fundamentos europeos que USAmericanos de este impulso creativo. Hasta aquí las etiquetas.

El cuarteto ofreció la integral jotera: las doce del disco, las dos primigenias de Herrimiña y, como complemento y descanso para la voz de Arantxa, el Vals y la Jota de Los pendientes de la reina. Puede que un exceso, sin duda generoso. Al fin y al cabo los fundamentos melódicos de la jota son muy semejantes y, por mucho requiebro que con ellas se haga, terminan por ser muy parecidos entre sí. Eso sí, la respuesta del público, entusiasta. Sin duda merecido el aplauso, porque hay mucho trabajo y cariño puesto en una música cuya poética no parece nada evidente si se acude al original. Es algo a lo que la música de Goia-Aribe nos tiene acostumbrados: la delicadeza con la que trata los materiales.

En el debe del directo (y es un debe ciertamente opinable), la ausencia de espacios abiertos a la experimentación. Al experimento que ya es de por sí En Jota le falta la excitación inherente a los terrenos de la improvisación y lo azaroso. Máxime cuando se cuenta con un sideman de lujo como el gallego Baldo Martínez, experto en estas lides de fagocitar el folclore. Resulta un tanto frustrante verlo ahí limitado en sus virtudes, aunque su sonido se hace necesario en el conjunto (en el que el pianista, Javier Olabarrieta, ejerce de efectiva articulación). Goia-Aribe opta por una concepción más cerrada y estructurada y donde más que de improvisaciones deberíamos hablar de variaciones.  Es una opción – respetable, por supuesto – pero tengo para mí que la música de En Jota necesitaría dar un golpe sobre el tablado para que estalle en los oídos del espectador y complemente la belleza formal con la belleza de lo imprevisible. Cierto es que donde menos afortunada estuvo la velada fue en la instrumental Jota de los pendientes de la reina, cuyo paseo por los terrenos de la improvisación más tentativa quedó en eso. Quizá haya un excesivo celo por tenerlo todo atado y bien atado.

Sería muy interesante ver a Arantxa evolucionar hacia un terreno en el que además de prestar su voz jotera a un contexto nada jotero pudiera quebrar sus fundamentos para lograr su propia revolución. Pero más allá de mis propios deseos está la realidad de una mujer valiosa y valiente (por prestarse a estos juegos del saxofonista en “territorio sensible” – Josetxo, dixit) que mostró tablas y una voz que se amolda a la sutileza y exigencia del estilo Goia-Aribe (su voz se expone muchas veces en solitario, con el riesgo – en ocasiones, tangible - para la afinación que ello conlleva una vez entra el grupo). A su chorro vocal le sobró el apoyo técnico de una reverberación que, por momentos, metalizó en exceso su timbre. La música necesita muchos valientes como ella para crecer y no apolillarse. ¡Bravo por ello!

Fue una pena que la asistencia al Gayarre demostrara una vez más que Pamplona y Navarra son territorios alérgicos a la diferencia. No por casualidad es una región tradicionalista y conservadora donde cualquier agitación de las convenciones se topa con la sospecha y la prevención. Pero quedémonos con lo positivo: con haber podido escuchar En Jota en un espacio digno y con el entusiasmo de los asistentes. Incluso de quien – y me consta muy de cerca – se vio expuesto por invitación y disfrutó contra todo pronóstico y bagaje. Habrá que seguir insistiendo.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

sábado, noviembre 03, 2012

Asiduos taciturnos

taciturno, na.
(Del lat. taciturnus).
1. adj. Callado, silencioso, que le molesta hablar.
2. adj. Triste, melancólico o apesadumbrado.

Definida de esa forma por la Real Academia Española de la Lengua, la periodista Almudena Ávalos adjetiva con esa palabra a los aficionados españoles al jazz. Es probable que no seamos la alegría de la huerta, pero conozco yo a unos cuantos a los que los caracteriza su verborreica actitud durante las actuaciones, a los que más que molestarles hablar les incomoda el silencio y la escucha. Otra cosa es que la situación de los clubes sea más bien triste, melancólica y, si me apuran, como para apesadumbrarse. Y eso que Ávalos asegura que las salas "se llenan cada noche de asiduos taciturnos en distintas ciudades de la geografía española".

La cosa viene publicada en el sonrojante suplemento 'S Moda' que cada sábado nos endosa el diario 'El País' y que incrementó en treinta céntimos el precio para el comprador. Se quiera o no, los sábados toca ponerse al día en moda y complementos. Hoy, sorpresa: Además de situar en portada a Esperanza Spalding, nos regalan un posado de varios músicos ibéricos (Raynald Colom, Celia Mur, Albert Sanz...) y un breve reportaje - entrevista con los modelos que, ya desde el primer párrafo, nos alegra la mañana con el florido estilo de la autora:
La improvisación forma parte de sus vidas y cuando escuchan los primeros acordes de un tema sus mentes se disparan a un lugar habitado por aquellos a los que la palabra sol no les recuerda solo al astro o a una estación de metro.
No tengo nada en contra de que nadie pose, ni siquiera los olvidados músicos de jazz de este país, pero sí me molesta el lugar común de las "noches largas de clubes de jazz de muchas provincias españolas". Entre otras cosas porque ni se dan en "muchas provincias españolas" ni "se llenan cada noche" (quizá por ello andemos algunos taciturnos). También por esa reincidencia en la noche como hábitat natural del jazzista.

También molesta tener que estar siempre jugando al gato y al ratón con los mandamases de nuestros queridos festivales, sobre todo cuando Miguel Martín (que no Marín, como se empeña en rebautizar la autora del artículo al director del Jazzaldia donostiarra) asegura una vez más que en la última edición de su festival "de 102 conciertos que hubo, 32 fueron protagonizados por músicos de aquí. Se está haciendo cada vez mejor jazz en España". Con los datos en la mano es probable que esas fueran las cifras. Los datos demuestran también que esos músicos que hacen "cada vez mejor jazz" no ocupan ni los escenarios principales (contadísimas excepciones) ni reciben la recompensa pecuniaria de sus iguales de allende nuestras fronteras (léase USAmericanos, principalmente). Martín (que no Marín) asegura también que "los presupuestos han caído drásticamente, por lo que la mayoría de la música ha de ir a taquilla: tantas entradas vende, tanto dinero se lleva el músico. (...) Así que los músicos de jazz han retornado a su punto de origen: el club". ¿Han vuelto al club? ¿A qué clubes? ¿Cuándo se fueron de ellos? Lo que no se dice ahí, entre otras cosas, es que no es cierto que el dinero de taquilla vaya íntegro al músico, dado que algunos locales y organizaciones se quedan porcentajes de esos ingresos y que de ellos sale también el salario que el grupo tiene que repartirse, amén de los gastos de desplazamiento, alojamiento, comidas... (al respecto léase la luminosa carta abierta de Guillermo McGill al Festival de Jazz de Madrid).

Menos mal que Raynald Colom nos deja una frase para la sesuda comprensión de lo que sucede en escena: "El momento en que te pones a pensar en el escenario, se va todo a la mierda, y esa es la gracia. Cuando estás follando no estás pensando en el nombre que le vas a poner a tu hijo, ¿verdad?". ¡Qué verdad, Raynald! Tan verdadero como que después de follar (quizá de tocar) uno se queda en silencio, incluso apesadumbrado. O sea, taciturno.

© Carlos Pérez Cruz

jueves, noviembre 01, 2012

Todos los caminos están cerrados (Capítulo 4)

Contenidos del cuarto programa de Todos los caminos están cerrados:

Visita a la ciudad de Hebrón. Reunión con Walid, del Comité de Rehabilitación de Hebrón. Visita a la Mezquita de Ibrahim. Controles militares en el núcleo urbano. Vista panorámica. Paseo por calles de la ciudad vieja. La música del conflicto: la fábrica de kufiyas.


Amplía la información sobre este programa y el viaje en el blog de Todos los caminos están cerrados.
Free counter and web stats