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miércoles, agosto 15, 2012

Wadada Leo Smith - "Ten Freedom Summers"


Entre el impactante y brumoso inicio de Dred Scott: 1857 y el inquietante desvanecido de cierre en el final Martin Luther King, Jr.: Memphis, the Prophecy (con acordes de misa gospel del piano de Anthony Davis) discurren prácticamente cuatro horas y media de música. Lejos de los récords wagnerianos pero igualmente abrumador, tanto por duración como por lo que ofrece musicalmente Wadada Leo Smith.

Dice el trompetista que Ten freedom summers es el resultado de “mi investigación acerca de la historia filosófica, social y política de los Estados Unidos de América”. Inspirado en las diez obras teatrales recopiladas bajo el título de The Pittsburgh Cycle de August Wilson (que ofrecen una visión de diez décadas de historia afroamericana en Estados Unidos), Wadada procura trasladar al lenguaje de la música instrumental su visión de la historia de la lucha por los derechos civiles, concentrada básicamente en una década clave: 1954 – 1964 (año en el que el presidente Lyndon B. Johnson firmó la Ley de Derechos Civiles). Sin embargo, Wadada se retrotrae de inicio al lejano 1857, a la historia del esclavo Dred Scott y a la sentencia judicial que llevó a la teórica legalización de la esclavitud en todo el territorio USAmericano. Y se acerca hasta acontecimientos más recientes, como los atentados del 11 de septiembre de 2001, porque “aunque no todo aquí tiene relación directa con el movimiento de los derechos civiles, la lucha por la justicia es una parte esencial de la historia de Estados Unidos”.

En el libreto del disco se cita a Duke Ellington (Sacred concerts) o el vehemente alegato musical de Max Roach (We insist! Freedom now suite) como influencias directas en la concepción de esta obra. Obras que, se nos hace hincapié, no son tanto meramente descriptivas como parte integral de la propia lucha. No es lo mismo, desde luego, hacer un Cuéntame musical - para mayor gloria del blanqueo de la historia - que ser parte de ella, vivirla y reflexionarla, y a partir de su asimilación llegar a crear arte que permita e instigue la reflexión. Y en ese sentido Leo Smith no regala chucherías ahogadas en azúcar sino que propone una obra agria, densa, rotunda. No está reñida con la emoción, ni mucho menos, e incluso es más emocionante cuanto más exigente resulta. Pero que el bosque de las densas atmósferas y las armonías más hirientes no nos impida ver que detrás de esa maraña tan disuasoria de supuesta complejidad hay, en la más de las ocasiones, un vuelo libre musical que puede estar sustentado en frases (ultra)melódicas o en puros riffs que sostienen durante largos minutos la música (escúchese al respecto la monumental simpleza de su homenaje a las víctimas del 11 de septiembre de 2001), e incluso en motivos como una mera llamada, un grito de desgarro de la trompeta de Wadada, que hace estallar en mil pedazos a la compañía (el inicial Dread Scott: 1857 es un ejemplo al respecto). La trompeta de Wadada se impone muchas veces como épico y agónico alminar que domina y organiza el paisaje del caos, como si su soplo fuera el látigo que todo lo instiga.

Para este ambicioso proyecto, Wadada Leo Smith ha contado con su tradicional Golden Quartet ampliado a Quintet en algunos temas, con la presencia de la baterista Susie Ibarra sumada a la de Pheeroan akLaff o incluso en sustitución de. Pero hay un plus tímbrico que enriquece y ayuda a la majestuosidad de semejante aventura. Wadada suma una orquesta de cámara, la Southwest Chamber Music (dirigida por Jeff von der Schmidt), que o bien se integra en la dinámica del combo (como en la composición dedicada al adolescente Emmett Till, torturado y asesinado en 1955, en la que ofrece una larga transición entre la intervención inicial del cuarteto y el caótico final con un bellísimo pasaje sostenido por insistentes acordes – casi estática la música –; un in crescendo que deriva en un solo del chelo de Peter Jacobson sobre esa misma estructura reiterativa - feliz estado de inconsciencia -, hasta que se añaden efectos y se tensa la armonía como anuncio del fatal desenlace con el caótico estallido final) o bien tiene sus propio espacio. Cada tema es toda una suite, una obra en sí misma.

Si Charles Mingus se mofó e hizo sátira hiriente de Orval Faubus (gobernador de infausto recuerdo que trató de impedir la asistencia de alumnos negros a escuelas públicas) con su casi onomatopéyico Fable of Faubus (la versión inicialmente grabada no incluyó la letra; la discográfica Columbia lo impidió), Wadada Leo Smith retrata el episodio de Los nueve de Little Rock (el grupo de estudiantes negros que fue detenido por la Guardia Nacional al intentar acceder al Little Rock High School Central en 1957) con el dramatismo propio del episodio, e incluso con puntuales ecos marciales. Que si bien no estamos ante música estrictamente descriptiva, hay algunos elementos en ella que hacen pensar en una relación directa con circunstancias concretas de aquello a lo que nos refiere el título de cada pieza. Es cierto que algunos elementos constructivos (como la disposición de 64 notas diferentes en la composición dedicada a la Ley de Derechos Civiles firmada por Lyndon Johnson en 1964) resultan tan técnicos que su simbolismo sólo puede ser detectado sobre el papel. Pero más allá de esa (supuesta) función descriptiva - y de que si uno hace omisión de los títulos que sirven de guía se puede montar su propia película -, la creación de Wadada y la implicación de todos los músicos presentes en su lectura e improvisación están a la altura de la dimensión histórica y social de lo que se pretende abordar.

Ten freedom summers
es una obra de largo alcance, exigente, formulada contracorriente de los tiempos de liviandad intelectual que padecemos, en la que mucho no implica necesariamente demasiado. Un esfuerzo mayúsculo cuyo entramado no es fácil descifrar y en el que incluso su largo e inabordable metraje puede llegar a hacernos perder el oremus sobre su valía artística. No es fácil resolver esta (teórica) disyuntiva que se me plantea, pero me inclino por pensar que estamos ante un trabajo tan inmenso y descomunal como parece. Cuando menos, bien merece el largo tiempo de escucha y concentración que exige. Su caudal de sonidos, de espacios, de expresiones simultáneas y en concordancia, de bellísimas disonancias y territorios abiertos al soplo expansivo de la trompeta de Leo Smith, son un acicate para explorar los claroscuros de una historia terrible y todavía inacabada.

© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com 

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