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miércoles, noviembre 10, 2010

Gilad Atzmon & The Orient House Ensemble - "The tide has changed" // Robert Wyatt, Gilad Atzmon & Ros Stephen - "For the ghosts within"

Escribo esta reseña doble porque los dos discos, que comparten la presencia de Gilad Atzmon, forman parte para mí de una unidad indisociable. Ambos se han publicado en las mismas fechas y ambos los he ido escuchando día sí, día también, saltando del uno al otro y del otro al uno. Reconozco que me ha robado más tiempo (y el corazón) For the ghosts within pero eso tiene una fácil explicación. En The tide has changed el Jazz es más convencional (¡ojo! Esto es pura y miserable simplificación para quienes sólo quieran leer el primer párrafo de la reseña) mientras que en el disco junto a Wyatt y Stephen hay un gran margen para la experimentación y la confluencia de estilos varios. Eso sí, los dos están llenos de música vibrante, vital, energía y pasión, a pesar de que tienen una profunda y dura mirada social y política hacia el conflicto Israel - Palestina.


Y ahora que nos hemos dejado a unos cuantos lectores en el primer párrafo profundicemos. ¿Me ha robado el corazón (y el tiempo) un disco que contiene versiones de What a wonderful world, In a sentimental mood o Laura?

¡Alarma! ¡¡Carlos ha bajado la guardia!!

¡Eh! Calma queridos lectores. Sé que os debo una explicación y como alcalde de esta página que soy os la voy a dar. Primera pregunta: ¿habéis escuchado la voz de Robert Wyatt en alguna ocasión? Si es que sí saltad al siguiente párrafo, si no continuad leyendo... ¡¡Santo cielo!! ¡¡¡Deja ahora mismo de leer y búscate un disco de Wyatt!!! No puedes perderte la voz más hermosamente triste del orbe. Da igual que cante a Laura o que proclame que At last I am free. Si no consigue dejarte planchado con la preciosa nana Lullaby for Irena renuncia y salta unos párrafos, a ver si te convence The tide has changed.

Cuando un tipo tan referencialmente heterodoxo como Wyatt se reúne con alguien tan díscolo con el mainstream jazzístico como Gilad Atzmon no hay nada que temer. O todo (según se mire). A la voz de Wyatt se suma la expresividad tan oriental de la forma de tocar el clarinete y el saxo de este israelí (azote de su "ex-país", según propia declaración). Lo mismo que reparte leña ideológica acaricia los sentimientos con su sonido (su irrupción con el clarinete en In a sentimental mood es lo más parecido al lloro que uno pueda imaginar con este instrumento, lo mismo que sucede con el saxo soprano en The ghosts within). En su forma de soplar saxos y clarinetes se percibe la tradición árabe y balcánica así como un profundo conocimiento del lenguaje de Jazz. A todo ello suma la producción musical en la que incorpora pequeños apuntes de electrónica que tanto en el tema que titula el disco como en Lullaby for Irena o en At last I am free aportan el punto justo de extrañeza a la música. En este último caso la composición de los arreglos de cuerda por parte del tercer elemento nominal del disco, la violinista Ros Stephen, ponen el contrapunto preciosista y de elegancia clásica (el arranque de la grabación con Laura es ejemplar en este sentido).

Mención aparte merece la versión de
Where are they now? (antes conocida en un castellano dondestan) en el que más presente está el drama palestino (reflejado igualmente en The ghosts within con una letra que comienza diciendo: Seguimos aquí bajo los olivos. ¿Cuándo os daréis cuenta de que es e lugar al que pertenecemos?). Para esta versión, que juega con los ritmos y las sonoridades en un puro divertimento muy logrado, cuentan con dos raperos de origen palestino: Shadia Mansour y Stormtrap (el nombre artístico de Abboud Hashem del grupo Ramallah Underground). Una elección más que evidente en su intención y que denuncia en sus letras la situación de sed y hambre de unos palestinos que viven en un buen país con horribles políticos. ¿Cuál es el valor de una opinión si no te permiten expresar tus ideas?, se termina preguntando. Todo ello sin perder de vista el sentido del humor en el planteamiento musical que recorre épocas por estilos (de la música de baile de salón con sonido de grabación antigua a los ritmos más bailables que acompañan el rapeo). Y es que sentido del humor, a pesar de la crudeza temática, no le falta a Gilad Atzmon.

Sentido del humor ya desde la presentación de The tide has changed (título que busca transmitir la idea de que la marea de la opinión pública internacional ha cambiado y denuncia el sufrimiento palestino y, por ende, la brutalidad israelí). Un maestro de ceremonias, uno de sus compañeros en el grupo The Blockheads, Dereck Hussey, presenta nominalmente de forma cabaretera y circense al grupo que, después, acomete un trabajo muy serio en sus contenidos. El disco con el que el Orient House Ensemble celebra su décimo aniversario adquiere tono circunspecto, como si asumiera con la música la responsabilidad de afrontar un tema tan grave como el que inunda con anotaciones el libreto del disco. No es en ese sentido un disco tan descriptivo de su ideología sociopolítica como puede ser For the ghosts within (ya no sólo por las letras sino por su parte de música casi programática) pero sí parece prescindir, por momentos, del tono irónico que puede percibirse en grabaciones anteriores del grupo como Musik / re-arrangin the 20th century o, por supuesto, de la hilarante propuesta del alter ego de Gilad, el líder de la Promised Band, Artie Fishel que hacía de la continua parodia un espectáculo crítico - musical. Aquí hay más ortodoxia, rota por el modo en que Gilad interpreta sus instrumentos.

Predominan los tiempos medios - lentos en temas como
And so have we (donde las intervenciones de Atzmon con el clarinete salvan la mezcla excesivamente dulzona - para mi gusto, claro - de acordeón y el tarareo de Tali Atzmon), o In the back seat of a yellow cab; baila una especie de vals lento con tono de película de cine negro en We lament y se desboca de manera coltreniana en London to Gaza o pasea a Charlie Parker por oriente en The tide has changed. Hay incluso una versión del Bolero de Maurice Ravel, aquí titulada Bolero at sunrise, que sobre un ritmo de caja mucho menos exigente que el de la orquestación original y con un tempo mucho más pausado permite a Atzmon desarrollar un largo solo, a partir de la lectura del tema, donde los pequeños giros melódicos de inspiración oriental y su tremenda capacidad expresiva y de fraseo permiten que no se venga abajo durante los casi nueve minutos que mantienen una esencia respecto del original: la reiteración y constancia rítmica, no el in crescendo en este caso. Y, por supuesto, se divierte (que el humor no podía faltar de nuevo) con el viaje balcánico de All the way to Montenegro, una demostración de música gitana que borda para terminar cerrando de nuevo en el cabaret con We laugh.

Cuando uno trata de conocer a Gilad Atzmon (especialmente si busca por la red) corre el riesgo de que la abundante literatura política que escribe (en particular sus pensamientos muy críticos y ácidos sobre su país de origen) le aleje de un músico que, además de decir lo que piensa, habla maravillosa música.

© Carlos Pérez Cruz (www.elclubdejazz.com)
Publicado originalmente aquí.

Escucha la entrevista con Gilad Atzmon emitida en el "Club de Jazz" del 10 de noviembre de 2010.

Aquí en su versión original en inglés:

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