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martes, febrero 24, 2009

Irene Aranda - "Interfrequency 23 7" / Lucía Martínez - "Soños e Delirios"


Asumo mi vagancia y reúno en una misma reseña dos trabajos discográficos independientes el uno del otro. El uno es el de la pianista jiennense Irene Aranda (1980), el otro el de la percusionista gallega Lucía Martínez (1982). Pero ya que ahorro tinta electrónica trataré de cuadrar el círculo y buscar en ellos elementos que los unan y hagan de mi pereza virtud. Por ejemplo, ambos son trabajos con firma femenina. ¿Qué tiene ello de especial? No debiera, pero lo tiene porque la Historia del Jazz es pródiga en masculinidad. Lucía Martínez tiene una teoría y en ella razona que el ambiente noctámbulo del Jazz no atrae mucho al cromosoma XX (ese debe de ser mi lado femenino). Esta música ha tenido que convivir siempre con esa fama que algunos músicos disfrutan y muchas instituciones promueven (precisamente por falta de ídem). Sea por la razón que fuere mis encuentros con mujeres creadoras suelen resultar satisfactorios (aunque sería mucho concluir que mujer y satisfacción son uno).

Una segunda cuadratura para reunir a Irene y a Lucía es que ambas son de origen ibérico. Me temo que eso me importa más bien poco si de lo que hablamos es de geografía política, esta no hace al músico (bueno, a veces inspira una común mala leche), pero sí me interesa más si de lo que hablamos es de geografía cultural, que puede llegar a determinar la estética del creador. Y eso sucede en ambos casos. Irene es andaluza (aunque ahora resida en Valencia) y procede por lo tanto de una región con tradición flamenca/árabe cuyos dejes armónicos han influido en la mayor parte de los géneros musicales que se consideran typical spanish (pasodoble, zarzuela...). En la música de la pianista se percibe ese bagaje pero, al contrario que en otros muchos casos, lo suyo no es Jazz-Flamenco, lo suyo es Jazz hecho por una andaluza que además ha mamado (y se nota) la música de Clásicos con influencia folclórica española (ella menciona a Albéniz, Falla y Granados) además de a compositores de finales del XIX y siglo XX como Bartók (autor del que arregla fragmentos en uno de los temas del disco), Ravel, Debussy o Stravinsky, nombres que junto a Bach, suelen ser mencionados por muchos jazzistas y que pueden dar una pista de ciertos vericuetos rítmicos, pinceladas armónicas y giros melódicos en su música (desde la forma de fuga hasta un cierto impresionismo pasando por frecuentes ostinatos melódicos y rítmicos) así como de una concepción camerística del envoltorio sonoro, sin olvidar los fundamentos de la ortodoxia jazzística (con una querencia coltreniana en el tratamiento de los temas más modales). En el caso de Lucía Martínez su origen gallego surge en forma de versión de un tradicional (Eu de Marín Ausenteime) con el que ha podido cumplir un sueño, el de poder contar con la cantante Maria Joao. Y aunque la música tradicional gallega no es precisamente el Flamenco hay más de Jazz-Flamenco al uso (Lucecita de la Mañana, por ejemplo) en su música que en la de Irene Aranda (que es, por otro lado, más "española" en su tono global) para la que se ha permitido el lujo de contar con uno de los saxofonistas fetiche del género (aunque lo puede ser de casi cualquier género que se proponga), Perico Sambeat. Sea por lo que fuere cuando un ibérico emigra de su país (y Lucía lleva años de aquí para allá) termina por interiorizar la cadencia española como parte de su propia esencia (¿por qué? ¿por qué?... hoy la pereza me puede).

Tercera de las cuadraturas. Ambas son músicos con una concepción muy abierta de la música. Es decir, en contra de lo que suele ser habitual en una parte muy amplia de la geografía ibérica, tan dada a repetir esquemas y a admirar la tradición del bop y derivados, Irene y Lucía hacen su propia música. Eso incluye la influencia cultural directa ya mencionada pero también la posibilidad de practicar lenguajes menos propicios para la complacencia, con un toque experimental y algo free, sobre todo en el caso de Lucía Martínez que cambia de registro con la convicción de quien no aprendió la música desde la teórica de los estilos sino absorbiendo lo que iba llegando a sus oídos sin discernir si eran churras o merinas. Y ese tipo de mentalidad genera músicos capaces de sorprender y que escapan al estándar de clonación tan frecuente en estos días.

Cuarta cuadratura. Ambas son muy jóvenes. Irene grabó el disco con 27 años y Lucía con 25. Bueno, ¿y qué?, se preguntará el lector. Eso digo yo, ¿y qué?. Grandes figuras del Jazz lo fueron siendo y muriendo jóvenes. Pero curiosamente ahora sorprende que alguien joven en Jazz sea capaz de sorprender, de mostrar madurez musical. A pesar (digo bien) de que ambas se han formado o se forman académicamente tienen personalidad propia y definida (vale, vale, estoy volviendo a la tercera cuadratura) y para ello ambas se han buscado la vida. Irene salió de su Andalucía natal y ha terminado en Valencia. Lucía reside ahora en Berlín pero pasó antes por Portugal, Finlandia, etcétera. Lo mejor que se puede decir de su juventud es que sólo están empezando y ya han dicho algo interesante.

Quinta cuadratura. Tanto en Interfrequency 23 7 como en Soños e Delirios se mezclan consagrados y noveles. Además en los dos proyectos conviven músicos de diferentes países. Esto tiene varias lecturas. La presencia de veteranos como Perico (como invitado) o Baldo Martínez (como productor artístico) en el disco de Lucía o de Jeff Jerolamon en el de Irene de igual a igual habla del nivel de ellas. Hace años esto era impensable en territorio ibérico. Que el cuarteto de Lucía lo conformen músicos portugueses y en el grupo de Irene figuren nombres como Matthew Baker o Paul Evans sólo nos recuerda que el complejo de inferioridad con los músicos de otros países no lo conocen las nuevas generaciones. Aunque todavía por aquí se esté a años luz de lo que algunos países proponen culturalmente (en la más amplia extensión de la palabra).

Sexta cuadratura. Irena Aranda y Lucía Martínez dan nombre a sus proyectos. Sin embargo tienen un sentido colectivo de la música. Son líderes pero no solistas. O dicho de otra manera, tienen sus solos pero permanentemente están al servicio de la colectividad y no a la inversa. Y eso nos permite disfrutar de buena música grupal y de pinceladas de solistas muy notables. Cada uno con su estilo, más o menos afín a la idea sonora global de cada proyecto.

Séptima cuadratura (y al séptimo descansó). ¡¡¡No tocan standards!!!

© Carlos Pérez Cruz


Comentario publicado originalmente aquí.

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