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miércoles, septiembre 20, 2006

Reflexiones sobre el oír y el escuchar

Es algo que ronda mi cabeza con frecuencia. La gente (ese ente) oye pero no escucha. Oír oimos todos (bueno, el pobre Garfi anda un poco sordo) pero escuchar, ¿quién escucha? Escuchar requiere dedicar atención a lo oído y para eso no siempre tenemos tiempo. ¿O será esa una excusa más para no dedicar nuestro oído a la escucha? A mí me pasó lo mismo con la lectura durante muchos años. La excusa se descubrió acomodaticia. Una vez descubierto el placer de la lectura la excusa se quedó para otros menesteres menos placenteros.

¿Por qué ahora este debate? Porque después de muchas horas de trabajo ya está disponible un nuevo programa del "Club de Jazz" y, si algo tengo claro desde hace mucho tiempo, es que este es un programa para escuchar que no sirve para oír por lo que si la gente (ese ente) oye pero no escucha, ¿habrá alguien ahí?

Sí, sé que los hay. Nunca he sabido cuantos ni de qué manera lo escuchan. Pero para mí es un orgullo contar con un programa así y con gente dispuesta a colaborar de la manera que cada semana lo hacen "mis chicos" (¿para cuándo alguna chica?).

Claro que el debate interno sobre el oír y el escuchar va más allá de mi programa. Va a la raíz de la pobreza cultural de este país (y de tantos otros). ¿Por qué no se nos educa para escuchar? ¿Se nos educa para escuchar y no nos damos cuenta? Si no se nos educa, ¿por qué yo sí estoy educado para escuchar? (y no me creo especial).

Saber escuchar a los demás convierte a la persona en mejor dialogante. Permite complementar los conocimientos propios con los ajenos y, a nada que se ejercite la humildad, posibilita replantearse muchos puntos de vista. Se és, en definitiva, más completo. ¿Y para qué sirve? Quizá para entender mejor a los demás y relacionarte con ellos.

¿Y si trasladamos todo esto a la música? Saber escucharla te convierte en mejor oyente. Permite complementar aquellas músicas que te son familiares con otras que pueden terminar siéndolo y, a nada que se ejercite la humildad, posibilita descubrir muchos tipos de música. Se és, en definitiva, más completo. ¿Y para qué sirve? Quizá para entender mejor otras culturas. Es decir, para entender mejor a los demás y relacionarte con ellos.

Para llegar a escuchar es necesaria la constancia y la educación del oído para conseguir ampliar nuestras perspectivas de disfrute personal. Así podremos estar cada vez más expuestos a más estímulos y por lo tanto a no aburrirnos antes de la cuenta.

La pregunta es: ¿Cómo educar a escuchar?

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